lunes, 16 de mayo de 2011

Thomas Mann: el copioso menú en "La montaña mágica" I




 


"La tolerancia es un crimen cuando lo que se tolera es la maldad".

Thomas Mann, "La montaña mágica" (1924)


Thomas Mann, novelista y crítico alemán, es una de las figuras más importantes de la literatura de la primera mitad del siglo XX; nació en una antigua familia de comerciantes en Lübeck el 6 de junio de 1875.
En 1953 se estableció cerca de Zurich (Suiza), donde murió el 12 de agosto de 1955. Estuvo influido por dos filósofos alemanes, Arthur Schopenhauer y Friedrich Nietzsche, aunque rechazaba las ideas de este último. Galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1929.

"La montaña mágica" (1924), es su obra más famosa y una de las novelas más excepcionales del siglo XX.

En síntesis, el joven Hans Castorp visita a su primo Joachim Ziemssen, enfermo de tuberculosis, en el sanatorio de Davos (símbolo de la decadente Europa) y acaba sucumbiendo al hermético encanto del lugar. Una ligera afección lleva a que la estancia, planeada en principio para siete días, se alargue primero a siete meses y finalmente a siete años. Castorp sólo saldrá de allí para alistarse en la Gran Guerra.

La estancia en el sanatorio transformará su mundo interior, conoce a los enfermos, vive muchas experiencias y aprende de Settembrini, Naphta, o del holandés Peeperkorn, y también por primera vez se enamora de Claudia Chauchat. Hans, adormecido en la suave placidez de la montaña con sus cinco comidas y sus curas de reposo, una y otra vez es confrontado con todo aquello que creía cierto, poco a poco irá quedándose solo y será únicamente cuando su alma se haya purificado y todos sus miedos hayan sido confrontados, cuando la montaña le permitirá regresar al mundo real como un hombre verdadero. Ya desde el momento en que Castorp llega por primera vez al sanatorio, su primo Joachim le advierte de que la percepción del tiempo entre los habitantes de la montaña es considerablemente distinta de la que impera "allá abajo":

"Tres semanas no son prácticamente nada para nosotros, los de aquí arriba; claro que para ti, que estás de visita y sólo vas a quedarte tres semanas, son mucho tiempo".

La comida juega un papel importante en la novela, subdivide el tiempo, nos sumerge en la corriente de la rutina; el desayuno, la comida, la cena, siempre copiosos, marcan la monotonía, la lentitud, lo invariable del mundo de "allá arriba", de la montaña. Un alimento simboliza perfectamente estas ideas, la sopa, "la sopa eterna", siempre aparece en el menú servida con distintas variantes (crema de espárragos, sopa juliana, caldo de carne, gachas de avena... siempre la sustanciosa sopa), reflejo de una rutina enervante que permite al final ver con claridad.

Hay muchas escenas en el comedor, donde se dan cita los pacientes a interactuar. Es toda una comunidad interna a la que Hans se termina por adaptar.

Hagamos un recorrido entre los manjares servidos en el comedor de siete mesas (siempre el número siete), para ayudarnos a explicar la propia evolución de Hans Castorp y del sanatorio de Davos:

"De momento, basta con que todo el mundo recuerde la rapidez con que transcurre una serie, una larga serie de días cuando lo pasamos enfermos en la cama: el mismo día se repite sin cesar, pero como siempre es el mismo, en el fondo, es poco adecuado hablar de repetición; sería preciso hablar más bien de monotonía, de un ahora perpetuo, o de eternidad. Te traen la sopa al mediodía del mismo modo que te la trajeron ayer y te la traerán mañana. y, en ese mismo instante, te envuelve una especie de intuición, sin saber cómo ni de dónde procede; te entra vértigo mientras ves llegar la sopa, las formas temporales se te vuelven borrosas, se funden unas en otras, y lo que se revela como verdadera forma del ser es un presente atemporal en el que te traen la sopa, te traen la sopa, te traen la sopa..." (Cap. V. Sopa, eternidad y claridad repentina)

Son tantas las diferencias con el mundo de "allá abajo", que Hans Castorp a veces se desasosiega, no prueba la comida, y observando el hambre atroz de los enfermos siente, en ocasiones, repugnancia. Ante la comida se refleja su estado de ánimo. A medida que transcurre el tiempo, se integra, es uno más, y comienza a observar la realidad de otra manera.

Los menús se describen con detalle, con insistencia, son suculentos, copiosos y variados, con todo tipo de alimentos, que marcan el tiempo en el sanatorio de Zauberberg:
 


Edificio del sanatorio descrito por Thomas Mann


Montañas de Davos (Suiza) escenario descrito en "La montaña mágica"



Ya en el sanatorio, Hans Castorp pregunta a su primo Joachim:

"Creo que tengo hambre. ¿Se come bien aquí arriba?".

Se acomodan en el restaurante para la cena:

"Hans Castorp juntó sus manos recién lavadas y se las frotó con una sensación de agradable espera, como solía hacer al sentarse a la mesa, tal vez porque sus antecesores tenían el hábito de rezar antes de la sopa".



Crema de espárragos


Tomates rellenos





Asado con toda suerte de guarniciones


Dulce particularmente bien preparado


Tabla de quesos


Frutas


"La comida era excelente. Había crema de espárragos, tomates rellenos, asado con toda suerte de guarniciones, un postre de dulce particularmente bien preparado, tabla de quesos y fruta. Hans Castorp cenó mucho, aunque su apetito resultó ser menor de lo que esperaba. Pero tenía la costumbre de comer en abundancia, incluso cuando no tenía hambre, por consideración a sí mismo".


  
Alitas de pollo


Langosta


Aguamanil aromatizado


Hans Castorp, un burgués acomodado, presentaba unas excelentes maneras a la mesa:

"De pie y al andar sacaba un poco de vientre, lo cual no daba precisamente una impresión de apostura, pero sus maneras excelentes en la mesa eran notables: con la espalda muy recta se volvía cortésmente hacia el vecino con el que estaba charlando (siempre sensato y con cierto deje norteño), y mantenía los codos bien pegados al cuerpo mientras trinchaba un ala de pollo o extraía hábilmente la carne rosada del caparazón de una langosta con el instrumento adecuado. Su primera necesidad al terminar la comida era el aguamanil aromatizado..."

 


Miel y mermelada


Gachas de avena
 

Arroz con leche


Huevos revueltos con carne



Fiambres y mantequilla en abundancia


Queso suizo

Frutas






Cacao, café, té


Se describen detalladamente las cinco comidas de un día: desayuno, segundo desayuno, almuerzo, merienda y cena.

Para el desayuno había siete mesas dispuestas en el comedor, la mayoría colocadas a lo largo y dos únicamente de través. Eran bastante grandes, para diez personas cada una, aunque algunas de ellas estaban dispuestas con menos cubiertos:

"Hans se sentó y observó con satisfacción que el desayuno se consideraba allí una comida importante.
Había tarros de mermelada y miel, cuencos de arroz con leche y gachas de avena, fuentes de huevos revueltos con carne, fiambre y mantequilla en abundancia. Alguien alzó una campana de vidrio bajo la que rezumaba un queso suizo para cortar un pedazo. En el centro de la mesa había un frutero con frutas frescas y secas. Una camarera vestida de blanco y negro preguntó a Hans Castorp qué deseaba beber: cacao, café o té".

La gente iba y venía, pues el desayuno no era una comida que se hiciese rigurosamente en común.




Leche y cerveza estilo porter



Fiambre con pan tostado




Gachas de avena, mantequilla y fruta


Entraron por segunda vez en el comedor donde comenzaban a servir el segundo desayuno.

Una imagen muy plástica nos ofrece con la leche:

"El comedor entero estaba inundado de un blanco resplandeciente: delante de cada cubierto había un vaso grande de leche, de medio litro al menos.

-Oh, no - dijo Hans Castorp tras sentarse de nuevo en su esquina de la mesa, entre la costurera y la inglesa, y desplegar su servilleta resignado ante su segundo desayuno a pesar de que aún le pesaba en el estómago el primero-. Oh, no -dijo-, que Dios me asista, no puedo con la leche, y menos ahora. No tendrán porter, ¿verdad? - preguntó dirigiéndose a la enana con mucho tacto y cortesía.

Por desgracia no tenían. Pero ella prometió traerle cerveza de Kulmbach y, en efecto, así lo hizo. Era una cerveza negra, espesa, con una espuma morena, que reemplazaba perfectamente a la porter. Hans Castorp la bebió con avidez en un vaso alto de medio litro. Comió fiambre con pan tostado. De nuevo había gachas de avena, y de nuevo mucha mantequilla y fruta. Él no hizo más que contemplar los platos, sintiéndose incapaz de comer nada".
 
Hans Castorp se sintió incapaz de comer nada en este segundo desayuno, no tenía hambre a causa del copioso desayuno anterior.


 
Crême d'orge (Crema de cebada)


Sopa sustanciosa


Pescado

 
Carne con guarniciones
 

Verduras
 

Carne de ave asada


Natillas


Queso y fruta


Observa las rarezas de los comensales, entre ellos a una joven extraordinariamente rubia que sólo comía yogur:

"Su delgada sobrina comía, por fin, algo que no era yogur, a saber: la espesa crême d'orge que las camareras habían servido en los platos, aunque no tomó más que algunas cucharadas y se dejó el resto".

Se sentaron por tercera vez en el comedor para el almuerzo, un hambre canina reinaba en aquel comedor:

"La comida era tan excelente como copiosa. Contando la sustanciosa sopa, comprendía nada menos que seis platos. Después del pescado venía un sólido plato de carne con diversas guarniciones; luego un plato especial de verdura, carne de ave asada, un postre especial de natillas, tan rico o más que el de la víspera y, finalmente, queso y fruta. Cada fuente pasaba dos veces, y no en vano. Se llenaban los platos y se comía en las siete mesas; un apetito feroz reinaba bajo aquel techo, un hambre canina que hubiera sido observada con placer si, de algún modo, no hubiera resultado al mismo tiempo inquietante, repugnante incluso".
 
 

Infusión de escaramujo


Yogur


Leche

 


Café


Chocolate


Caldo de carne


Mantequilla


Pan con pasas de Corinto


—¡Dios mío! Ni siquiera ha pasado el primer día. Tengo la impresión de que estoy aquí desde hace tiempo, desde hace mucho tiempo…
—No comiences a divagar sobre el tiempo —dijo Joachim—. Ya me mareaste bastante esta mañana con el mismo asunto. —No te preocupes, lo he olvidado todo —respondió Hans Castorp—. Por otra parte, no tengo la cabeza muy clara en este momento. ¿Vamos a tomar el té?

Por cuarta vez en el comedor, para merendar, la hora del té:

"En el comedor se servían las bebidas habituales a esas horas. Miss Robinson tomaba su infusión de escaramujo, de color rojo sangre, mientras su sobrina comía yogur. También había leche, té, café, chocolate y hasta caldo de carne; y, en todas las mesas, los pacientes que después de la copiosa comida habían pasado dos horas echados, se afanaban en untar mantequilla sobre grandes rebanadas de pan con pasas de Corinto".



Sopa juliana



Carne asada y empanada con guarnición


Tarta de hojaldre, crema de mantequilla, chocolate, compota y mazapán


Queso con pan negro


Por quinta vez, a eso de las siete, en el comedor para la cena:

"Para cenar se cambió de traje y, sentado entre Miss Robinson y la institutriz, tomó sopa juliana, carne asada y empanada con guarnición, dos trozos de tarta que llevaba de todo: masa de hojaldre, crema de mantequilla, chocolate, compota y mazapán, y un excelente queso sobre una rebanada de pan negro".







Salsas para el pescado

Hans Castorp se encontraba mal, su cabeza zumbaba ...

"Como de muy lejos oía la voz de la señora Stöhr contando o porfiando algo que le pareció tan disparatado que le asaltaron terribles dudas sobre si habría oído bien o si acaso no había sido su propia mente la que había transformado aquellas palabras en disparates. según decía la buena señora, sabía preparar veintiocho salsas de pescado diferentes, y tenía el valor de confesarlo a pesar de que su marido le había advertido que no hablase de ello: ¡No hables de eso!, le había dicho. Nadie te creerá, y si lo hacen, pensarán que es ridículo. Sin embargo, ese día, ella quería confesar abiertamente que sabía preparar nada más y nada menos que veintiocho salsas de pescado distintas".

¿Cómo ha pasado el día de hoy, el primero de su estancia en este lugar de placer?, pregunta Settembrini a Hans Castorp ...

" (...) no tengo la impresión de llevar aquí sólo un día sino mucho tiempo, como si me hubiese vuelto más viejo y lúcido… valga la expresión", le responde ...

¿Ha tenido alguna vez la sensación de estar soñando, querer despertar y no conseguirlo? Es exactamente lo que me pasa. Supongo debo de tener fiebre; de lo contrario, no lo entiendo (...)

 ¡Veintiocho salsas para pescado…! No son salsas en general, no, sino salsas para pescado, ahí está la grandeza del asunto. 

 (Cap. III)



Cerveza negra
 

Salami


Pan negro


Pepinillos


Va conociendo a las personas que trabajan al cuidado de los enfermos.

La enfermera, sor Berta era su nombre, Alfreda Schildknecht, en realidad, les cuenta a Hans Castorp y a su primo Joachim cómo había encontrado a un enfermo moribundo:

[...] se había encontrado al enfermo sentado en la cama ¡ante un vaso de espesa cerveza negra, un salami, un trozo de tosco pan moreno y un pepinillo! Su familia le había enviado todas aquellas delicias del país para que se reconstituyese".

(Cap. IV)




 

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