sábado, 13 de marzo de 2010

Una comida especial con Francisco de Zurbarán







San Hugo en el refectorio de los cartujos (detalle). Francisco de Zurbarán (Barroco. S. XVII.). Museo de Bellas Artes (Sevilla)



San Hugo en el refectorio (comedor) de los cartujos es uno de los cuadros más geniales de toda la historia de la pintura española.

Este lienzo, realizado por Zurbarán hacia 1655 para la sacristía de la Cartuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla, narra el milagro acaecido hacia el año 1084 en la Cartuja de Grenoble. La representación muestra a los siete frailes fundadores de la orden presididos por San Bruno.

El milagro ocurrió el domingo anterior al miércoles de ceniza, cuando San Hugo, obispo de Grenoble, les envió carne. Los frailes discutían sobre la conveniencia de comerla cuando, por intervención divina, quedaron sumidos en un profundo sueño, que se prolongó durante cuarenta y cinco días, el tiempo que dura la Cuaresma. Al visitarles San Hugo despertaron, y vieron con asombro, que la carne se convertía en ceniza, prodigio que confirmaba que debían intensificar aún más una vida basada en la abstinencia.

Delante de cada cartujo están dispuestas las escudillas de barro, que contienen la comida y unos trozos de pan. Dos jarras de barro, un tazón boca abajo y unos cuchillos abandonados, ayudan a romper una disposición, que podría resultar monótona si no estuviera suavizada por el hecho de que los objetos presentan diversas distancias en relación al borde de la mesa.

La cerámica blanca y azul de Talavera también aparece, con los escudos del Obispo y la Orden.

La maestría de Zurbarán se refleja en los hábitos blancos propios de los cartujos. Se dice que podía conseguir hasta cien tonos diferentes de blancos.

El cuadro presenta otro cuadro en el refectorio. Es el tema, tan barroco, del "cuadro dentro del cuadro". En él se representan dos escenas; a la izquierda la Virgen María, con el Niño Jesús en el regazo, descansa sentada en su huida a Egipto; a la derecha está la figura de San Juan Bautista, el Precursor, vestido con piel de camello. El sentido es claro: aunque la dificultad de la penitencia que realiza el monje sea grande y dura, ha habido santos que han sabido aceptar las limitaciones y dificultades de la vida; en ellos deben inspirarse y animarse.

Una obra prodigiosa.

Si quieres informarte sobre la Orden de los cartujos visita esta página

 
 
 
 

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